Rafael Ernesto Rodríguez Ávalos, Diana, su nieta, Sebastián y Dante, sus nietos. Aprendí a jugar temprano pequeñita, sin temor por el infinito amor de mi dulce, alegre hermano Ernesto, gran ser humano a quien vivo agradecida con el alma conmovida por su solidaridad su sonrisa y claridad ¡Ya lo hallaré en otra vida!
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